Por qué productores y productoras familiares de Austria y Argentina se visitan mutuamente, por qué la política agraria puede parecer «loca» y qué podemos hacer por una agricultura con futuro, lo cuentan Margret Moser y Graciela Gásperi en esta entrevista.
De Marion Bierbacher y Christian Köpf
Durante tres años conectaron a productores y productoras familiares de Austria y Argentina. ¿Por qué?
MARGRET: Este proyecto internacional surgió de la colaboración de muchos años entre Welthaus y nuestra organización socia INCUPO. Observamos el impacto de la agricultura europea en países como Argentina: los conflictos por la tierra, el uso de agroquímicos, todo ello relacionado con el cultivo de soja para alimentación animal. Pero no alcanza con decirles a nuestros productores familiares: “¡No compren esa soja!”. Porque también están bajo una enorme presión para producir a bajo costo. Así nació la idea de acercar a productores y productoras familiares de ambos países, porque tienen muchas soluciones, pero sus voces no siempre son escuchadas.
GRACIELA: También nos preocupaba el retroceso constante de la agricultura familiar como base fundamental de la soberanía alimentaria – tanto en Argentina como en Austria y en otros países europeos.
En el proyecto, productores y productoras familiares se visitaron mutuamente. ¿Qué valor tiene ese intercambio personal?
GRACIELA: Nuestro enfoque parte de que el análisis de la realidad y las propuestas de transformación deben surgir desde las propias personas productoras familiares. Desarrollamos un proceso participativo: comienza con un grupo reducido que representa a una red más amplia de agricultoras y agricultores familiares. De ese modo se construye una alianza que suma actores y territorios.
MARGRET: También es clave comprender que todo está interrelacionado. Como productor o productora en Austria, no estoy aislado. Mi forma de producir tiene impactos globales. La agricultura familiar cumple un rol esencial, y este intercambio internacional fortaleció mucho esa identidad compartida.
¿Hubo momentos que les sorprendieron?
MARGRET: Me sorprendió profundamente cómo, a pesar de las diferencias idiomáticas y culturales, los productores y productoras se entendieron desde el primer momento.
GRACIELA: Uno pensaría que un intercambio así sería difícil por las diferencias económicas. Pero culturalmente, son todos agricultores familiares. Y rápidamente identifican puntos en común – sin importar si en un país hay montañas y en el otro, llanuras extensas. La forma de vida de las personas que trabajan la tierra se parece mucho, especialmente en su vínculo con la naturaleza, con los vecinos y con la comunidad.
¿Cómo afecta la crisis climática a la agricultura familiar?
GRACIELA: En Argentina atravesamos tres años de sequía muy severa. La falta de lluvias no solo afectó los cultivos, sino también la alimentación del ganado en pasturas. Pero algo que pudimos constatar es que el monte nativo cumple un rol fundamental como fuente de alimentos. En los lugares donde los animales pudieron acceder al monte, resistieron mejor la sequía. Y en Austria también se ven efectos: hay años con poca nieve, lo que impide que el suelo retenga agua suficiente. Esto golpea fuertemente al sector, al igual que las inundaciones que se vuelven más frecuentes.
¿Qué relación hay entre el modelo agroindustrial actual y la seguridad alimentaria global?
MARGRET: Si importamos soja desde América Latina a Austria, esa soja necesita tierras, que a su vez dejan de estar disponibles para los pueblos de origen. Por eso es urgente promover una agricultura familiar que sea sostenible desde lo social, ambiental y económico, y que no dependa de recursos ajenos.
¿Qué rol debería jugar la política pública?
GRACIELA: En Argentina, el modelo agroexportador –concentrado en soja y carne– define las prioridades. Las divisas y los intereses del agronegocio dominan la agenda, mientras que la agricultura familiar, que abastece la mayor parte del consumo interno, es invisibilizada. Las leyes que protegen el ambiente y la producción familiar existen, ¡pero no se implementan! Es una locura. Debemos exigir que el Estado las cumpla. Se trata del derecho a la alimentación de toda la población.

El tratado comercial entre la Unión Europea y el Mercosur genera gran controversia. ¿Qué opinan?
GRACIELA: Este acuerdo se viene negociando desde hace años, pero entre grandes sectores económicos: industria, exportadores, comercio internacional. La agricultura familiar no fue consultada. Tememos que la apertura comercial termine afectando los precios locales, desplazando a las pequeñas y pequeños productores.
MARGRET: Nadie se opone al comercio internacional per se. Pero la pregunta es: ¿cómo protegemos a las personas agricultoras familiares y al medioambiente para que no queden aplastados por el modelo?
¿Qué enseñanzas les dejó el proyecto?
GRACIELA: Este fue un proceso de diálogo en igualdad. No se trató de una relación vertical entre quien financia y quien ejecuta. Fue necesario revisar procesos, actualizar herramientas metodológicas y construir estrategias de trabajo conjunto con diferentes actores.
MARGRET: Sí, fue una colaboración real que nos fortaleció. Aprendimos mutuamente, y la dimensión internacional generó mucha curiosidad. ¿Por qué Austria y Argentina? Esa pregunta nos abrió puertas. Pudimos dialogar con personas que nunca habíamos alcanzado antes, y construir vínculos con nuevos actores. El proyecto también nos permitió aprender sobre la realidad agrícola en Austria, cuestionarla, y pensar alternativas desde una mirada global.

¿Cómo continúa el trabajo?
MARGRET: Queremos seguir profundizando lo que se generó. Buscamos nuevos fondos para ampliar actividades, desarrollar materiales y abrir nuevos espacios.
GRACIELA: Deseamos que los Estados asuman la continuidad de estos procesos de transformación. Como dice el Papa Francisco: “Lo más importante es pensar en procesos, en procesos de transformación.”
¿Y qué puede hacer cada persona individual?
MARGRET: No se trata solo de elegir qué comprar. También se trata de informarse: ¿qué comemos?, ¿de dónde viene?, ¿quién lo produjo? Y además, por ejemplo, el aprovechamiento integral de los animales ayuda a reducir el desperdicio de alimentos.
ALIANZA
El proyecto internacional «Alianza», apoyado por el Ministerio de Medio Ambiente y Clima de Austria, fue implementado durante tres años por Welthaus (Austria) e INCUPO (Argentina). La iniciativa visibilizó las interdependencias globales, promovió el intercambio directo entre productores y productoras familiares de ambos países y exigió políticas públicas que favorezcan una producción ganadera sostenible y justa.
Margret Moser (Welthaus, izquierda) y Graciela Gásperi (INCUPO) coordinaron esta articulación.